Esta abogada nacida en Puerto de la Cruz, en el barrio de Punta Brava, está convencida de que con el diálogo entre las partes se pueden llegar a soluciones mucho más ventajosas sin que lo decida un juez. En un principio estudió Derecho para acceder después al segundo ciclo de Periodismo, pero le apasionó tanto la profesión que decidió dejar a un lado el periodismo. Actualmente, es vicedecana del Colegio de Abogados y experta en mediación. Todos los veranos coge una mochila y se va a recorrer Asia y guarda con gran cariño una camisa de brega con su nombre que le regalaron en la Federación de Lucha. Punta Brava también es su pasión. Afirma que sus padres construyeron una casa tan cerca del mar “que, alguna vez, hemos llegado a pescar desde la azotea”.
Mila Pacheco, abogada y mediadora.
-¿Qué le llevó a estudiar Derecho?
“Pues si le digo la verdad, en un principio pensé en hacer Periodismo. Al tener en Tenerife solamente el segundo ciclo, me pareció que Derecho me daba una buena base, pero al final decidí terminar el grado y dejar periodismo para más adelante. Finalmente, al acabar la carrera, creí que tenía que probar cómo sería ejercer como abogada y… ¡ya no hubo vuelto atrás! Me apasiona mi profesión, me brinda la oportunidad de luchar por los derechos de las personas e intentar resolver sus problemas”.
-Y de ahí a vicedecana del Colegio de Abogados.
“Cuando me llamó, hace más de cinco años, José Manuel Niederleytner para formar parte del proyecto, me entusiasmó la idea de mejorar el día a día de nuestra profesión, en la que aún queda mucho por hacer: desde ayudar a los compañeros en la búsqueda de nuevas oportunidades de trabajo a la conciliación de la vida familiar con la laboral, sin olvidar el intrusismo profesional y las condiciones económicas de los abogados de oficio, que deben ser mejoradas. Este nuevo reto de vicedecana lo asumo con mucha ilusión, de la mano de un equipo de personas muy valiosas, tanto en lo profesional como en lo personal, liderado por un decano cercano, honesto y comprometido de lleno con la profesión”.
-¿Qué cambios cree que son necesarios en el colegio?
“Más que en el colegio en sí, hay que pensar qué pasos debemos dar para que esta profesión sea mejor, y eso pasa por acercarla más a la ciudadanía. Y ahí la tecnología juega un papel determinante. Si las personas supieran la cantidad de problemas que se ahorrarían si en vez de descargarse un documento de internet, que muchas veces ni siquiera tiene que ver con el derecho español, acudiera a una consulta con un abogado, estoy segura de que no dudarían en hacerlo”.
-Usted es experta en mediación. ¿Qué falta para que la gente opte por la mediación antes que por el conflicto y el juicio?
“La gente muchas veces desconoce la posibilidad de que las controversias se resuelvan por mecanismos como la mediación, en el que las partes se convierten en protagonistas y, tras la escucha y el diálogo, pueden llegar a soluciones ventajosas para ambas partes sin necesidad de que lo decida un juez”.
-Entonces, ¿recomienda la mediación? ¿Es posible en todos los casos?
“Sin duda la recomiendo. Tenemos una justicia muchas veces demasiado lenta, con soluciones que llegan tarde y que desesperan al ciudadano. Cuando llega un asunto a mi despacho analizo qué método es el más adecuado para resolver el problema que me plantean. La voluntariedad de la mediación hace que sea necesario que las dos partes deseen sentarse y hablar sobre el asunto. A veces es complicado que uno de los implicados dé el paso. Confío en que esta herramienta, unida a la implantación efectiva del expediente digital y una mayor aportación de medios y personal, sea la vacuna de la eficacia que necesita nuestra justicia”.
-Fue la abogada de la Federación de Lucha, un área completamente distinta.
“La Federación me ayudó a profundizar en conceptos como el sentimiento de pertenencia y el arraigo a mi tierra. Aprendí que la lucha es mucho más que un deporte, es una seña de identidad que se basa en la nobleza, primera regla de un deporte que no busca lastimar, sino desequilibrar al contrincante y que siempre termina con un saludo entre los luchadores. Aunque es un mundo eminentemente masculino, siempre me sentí muy bien acogida. El día de mi despedida me regalaron algo que guardo con mucho cariño: una camisa de brega con mi nombre, todo un honor para mí”.
-Me soplan que todos los veranos coge una mochila y se marcha a recorrer Asia…
“Sí, ahora con la pandemia no he podido, pero sí, son muchas cosas, su misticismo, la humildad de sus gentes, su filosofía de vida, el concepto de felicidad no vinculado a lo material… Todo es un constante aprendizaje en Asia. Y después están las sensaciones únicas que experimentas: estar bajo miles de estrellas en el desierto del Gobi, en Mongolia, con una familia nómada, compartiendo juegos de mesa con huesos de cabra; quedarte aislada en la isla de Corón, en Filipinas, y conseguir salir en la bodega de un barco de mercancías; conocer las leyendas que envuelven a las gentes de las aldeas rurales de Myanmar; descubrir cómo afronta el paso a la otra vida la tribu de los Tana Toraja, en la isla de Sulawesi (Indonesia), o aprender de la capacidad de supervivencia de los habitantes de la isla de Ko Phi Phi, en Tailandia, después de un tsunami devastador. Todo eso conforma un marco idóneo para un ejercicio de introspección personal. En definitiva, un reencuentro con la esencia de la vida”.
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